Quién hubiera imaginado que tras la llegada de los bolcheviques al poder en 1917 y esos largos años de materialismo histórico que siguieron hasta 1991, la iglesia ortodoxa se fuera a recuperar tan rápidamente de su difícil situación.
Algunos la creían perdida para siempre, daban por acabadas sus tradiciones y la destinaban al exilio. Cuesta creer entonces cómo la religión se ha convertido hoy en día uno de los pilares del gobierno ruso, una fuente de unión y, sobre todo, un poder con el cual es mejor no tener líos. Lo más curioso de todo es que ahora todo lo que tiene ver con asuntos religiosos es como solía ser antes de la revolución, como si los años soviéticos hubieran sido tan solo el paréntesis de una iglesia milenaria.
La ortodoxia vuelve a ocupar un sitio semejante al que había tenido desde los tiempos del Imperio Bizantino. Me refiero a que, tal como lo hacían los zares, ha vuelto a ser un organismo controlado por el gobierno; una suerte de ministerio de cultos del cual la cabeza nunca fueron sus patriarcas sino el emperador mismo o, en otras palabras, el Estado. Una situación bastante distinta a la de los países católicos, donde el Papa tiene la supremacía de la fe y donde los asuntos religiosos y del Estado están -en teoría- separados.
Pues bien, en este enorme país la gente ha vuelto a practicar su religión con un fervor renovado, como si la presión acumulada de 70 años hubiera hecho estallar el ardor religioso y se viniera liberando desde los años 90. Se estarán preguntando, sin embargo, cuáles son los rasgos principales del reencuentro de la sociedad rusa con sus tradiciones y hay varios, pero, sobre todo, uno en particular relativamente distinto al de la religión católica, la adoración de íconos.
El ícono es ante todo un objeto vivo que, de cierta manera, está habitado por la esencia divina. En otras palabras, el ícono es una expresión plástica de Dios a la que se le puede rezar, pero también se le puede tocar, besar o acariciar. La cultura religiosa de los ortodoxos es mucho más física de lo que uno podría imaginar y, sobre todo, se transmite por medio del arte. De ahí que los primeros grandes artistas de Rusia hayan sido todos pintores de íconos y que todo pintor que se respete haya pasado primero por el estudio de estas imágenes sagradas. De manera que el ícono no es solo una altísima expresión del arte, sino además una imagen con alma propia.
Por eso al entrar a una iglesia rusa uno entiende mejor la inquietud espiritual del país y de sus máximos representantes de la literatura. ¿Cómo comprender las angustias de Tolstoi sin ver a un ruso desplazarse de una capilla a la otra y entrar en un contacto íntimo y sublime con un ícono? ¿Cómo no mirar con sorpresa a una señora de edad aferrarse difícilmente de una baranda durante varios minutos hasta lograr arrodillarse frente a la imagen de su santo patrono?
Es tan importante ese intercambio entre el ícono y el creyente que las autoridades deben cubrirlos con vidrios protectores para evitar el incesante desgaste debido a los besos de los feligreses. A veces incluso se distingue difícilmente la imagen detrás del cristal por las huellas de dedos y labios que se van acumulando, y cada cierto tiempo sale un monaguillo con un trapo humedecido a limpiar los íconos al alcance de la gente.
En una iglesia rusa todo está pensado para lograr una intimidad con las imágenes, y por eso están llenas de esquinas oscuras y acogedoras, con humo de velas y olor a incienso. Aquí el arte barroco, por ejemplo, no es más que un recurso decorativo, contrariamente a las iglesias españolas o italianas donde la idea es crear todo una perspectiva imponente que desnude al individuo. De ahí que una misa ortodoxa pueda celebrarse en cualquiera de las esquinas de la iglesia y que ese concepto católico del padre en su altar frente a su rebaño sea prácticamente desconocido para un ruso. Un ruso preferirá que la misa sea junto a un icono particularmente querido, de pie como es costumbre, y discretamente en una capilla.
La fuerza de las imágenes es tal que muchas ceremonias solemnes o familiares deben tener como principal testigo una imagen sagrada, como si se tratara de una persona real que protegiera el momento. Ahora, esto ha tenido algunos inconvenientes en la historia rusa, porque imaginen cuántos debates ha habido con respecto a la venta de íconos u otras manipulaciones semejantes, en un país donde la imagen sagrada tiene parte de la vida de un santo, la Virgen o la Trinidad.
Los íconos son entonces, por su naturaleza misma, la imagen de la santa Rusia que se despierta tras varias décadas de letargo. La tercera Roma reivindica de nuevo su pasado, viendo con nostalgia los tiempos en los que el buen zar protegía la iglesia y sus súbditos; ahí están las huellas de miles labios para dar testimonio de ello.
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Nancy Salazar berrio
Hermosa la tradición de los iconos. Son bellísimas las imagenes
Maria consuelo concha
Excelente artículo! Mil gracias Juan Camilo por compartir tan valiosos conocimientos .
Oli
Excelente articulo
María Cristina Lamus
Muy interesante y revelador el artículo “Íconos en la santa Rusia”. Quisiera aportar una pequeña corrección: en el séptimo párrafo, segunda línea, aparece la palabra “equinas” por “esquinas”. Gracias.
adjcv-user
Buenas tardes María Cristina. Muchas gracias por hacernos ver este error: ya está corregido. Un saludo.
Luz Stella Vargas
Muy interesante el articulo. Refleja fielmente la impresión que como turistas nos llevamos de este fervor. Especialmente con San Nicolas. Gracias
adjcv-user
Buenos días Luz. Qué grato leer que disfrutaste este artículo. Recibe un saludo.
Maria Clemencia Rodríguez
Sorprendente a diferencia de la China que confesa ser atea a partir de la llegada del comunismo, los rusos lograron mantener la fe de su religión ortodoxa durante 70 años y la
apreciamos en la belleza de sus Iglesias con los iconos que representan el arte y la fe.
adjcv-user
María Clemencia, hola. Sí, la fe ortodoxa en realidad nunca se fue de los rusos, solo esperó unas cuantas décadas para volver a la vida pública.
Faustino Asprilla
Donde encontramos libros y articulos escritos por este señor sobre Rusia…