¿Quién iba a pensar que en algún lugar del mundo se premiaría la mentira? Lee el siguiente artículo y conoce la historia de los mentirosos de Moncrabeau, una tradición de más de 250 años al suroeste de Francia.
¡Viva Nicole I! Reina y soberana de la falsedad, simulación, engaño y demás honorables títulos de su dinastía. Ungida con la gracia divina y heredera de un trono secular, su majestad Nicole es, desde el 2013, la única monarca que gobierna a los mentirosos del mundo. Su reino, grande como el planeta Tierra, tiene su capital en la pequeña ciudad gascona de Moncrabeau, al suroeste de Francia.
Podríamos llamar a este lugar el ombligo del mundo, porque desde esa ciudadela el monarca dirige los destinos del mundo junto con los cuarenta terribles, un selecto grupo de mentirosos profesionales que componen la academia de la mentira. Cuarenta cuenteros de élite de igual prestigio y fama, una copia burlesca de los cuarenta miembros de la academia de letras francesa.
Así como lo leen. En Francia se encuentra el trono que hubiera hecho morir de envidia a Justiniano, Carlos V y Luis XIV reunidos, donde se sienta al rey mentiroso del año. A este individuo lo coronan tras un reñido concurso de mentiras en el que participan personas venidas de todas partes del mundo. No nos engañemos, mentirosos sobran en este mundo, al punto que no todos los candidatos pueden participar. Es tal la afluencia que, en los registros de la academia, aparece incluso que un colombiano fue coronado hace pocos años como el rey de la mentira, haciendo de este compatriota el único rey que haya nacido en nuestras tierras.
A estas maratones se les conoce como las mentirías, en las que los candidatos deben hablar aproximadamente cinco minutos ante el publico y no solo engañarlos, sino también hacerlos reír. Un ejercicio que requiere práctica y un poco de sangre fría.
Entre los monarcas que más han marcado el reino, se encuentra por ejemplo Pierre Gallio, consagrado con el óleo sacro tras haber conmovido al pueblo de Moncrabeau con su historia sobre los trabajos desaparecidos, entre los que se encuentra el de despulgador. También ha marcado la cronografía real Juan Miguel I, quien convenció a más de uno de la necesidad de domesticar a las garrapatas para fines terapéuticos, celebrando sus propiedades para los controles antidopaje en el deporte y en las pruebas de alcoholemia de la policía nacional. Gloria eterna a su majestad.
Y es que la reputación de los mentirosos de Moncrabeau tiene una historia de más de 250 años, cuando en la plaza del pueblo se reunía la gente a contar historias, muchas de las cuales eran mentira, con el objetivo de burlarse de los demás. En realidad, es tan profunda esta tradición entre los gascones, como se le conoce a los habitantes de esta región, que ellos mismos llaman a la mentira una gasconería. Por eso, la academia de mentirosos no ha tenido ningún problema en encontrar candidatos para el trono que cumplan con su lema: “La academia reúne a los presuntuosos, mentirosos, cuenteros y todos aquellos que ejerzan el bello arte de mentir con fineza, sin dañar a otro más que a la verdad, de la que son enemigos jurados”.
Por eso, todo aquel que quiera obtener un diploma de la academia de mentirosos debe llenar un formulario, escribir una mentira de dos páginas y sentarse durante unos segundos en el trono de piedra del rey donde, cuentan los locales, la gracia de la farsa desciende de los cielos. Eso sí, y en eso la academia es muy clara, los políticos, abogados, dentistas y meteorólogos pueden ahorrarse las formalidades y pedir directamente un diploma honoris causa de la asociación.
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