¿Cómo es posible haber vivido en el país de Tutankhamón y haber muerto como héroe nacional de Francia? Conoce la historia de las egipcias de la Bastilla, un fascinante descubrimiento que en 1940 sorprendió a la ciudad parisina.
La plaza de La Bastilla no es solamente el lugar donde existía la tenebrosa cárcel de la monarquía francesa, sino el lugar de habitación de dos bellas egipcias que harían morir de envidia hasta a la misma Cleopatra. Nadie sabe a ciencia cierta quiénes eran, porque lo único que se conoce de ellas es que pertenecieron a la nobleza y vivieron arropadas con telas blancas de los pies a la cabeza. Elegantes, seductoras y poderosas en su país natal, se han convertido en unas verdaderas anónimas de las que pocos parisinos han oído hablar.
Lo que sí sabemos de ellas, es que en sus rostros no se reflejan los 3000 años que celebraron juntas, enterradas bajo la famosa columna de julio que adorna esta plaza, y que conmemora la revolución de 1789 y la de 1830. ¿Cómo explicar entonces la presencia de dos momias dentro de un monumento dedicado a los manifestantes de 1830?
Suena descabellado, pero todo comenzó algunos años antes cuando, en Egipto, reinaba el pacha Mehmet-Ali. Sus amistades con Francia y sus finos cálculos políticos lo llevaron a regalarle una jirafa al rey Carlos X de Francia, además del obelisco que domina la plaza de la Concordia. Lo que pocos saben es que, con el exótico animal, fueron embarcadas en esta travesía mediterránea unas momias destinadas al museo del Louvre, como agradecimiento al científico Champollion, quien logró descifrar los jeroglíficos egipcios.
En un principio, los egiptólogos del museo festejaron su nueva adquisición organizando exposiciones y visitas organizadas, exhibiendo a las dos egipcias que soberanamente vivían en el palacio. Pero la fiesta les duró poco porque con el tiempo, la gente comenzó a quejarse del fuerte olor que reinaba en la sala, a la cual ya nadie se atrevía a entrar. Para la gran tristeza de los especialistas, resulta que la humedad parisina había comenzado a descomponer los cuerpos, infestando el aire del museo.
Fue entonces que el director del museo pidió permiso para enterrar las momias en el jardín del palacio y salir de una vez por todas del oloroso regalo. La respuesta no se hizo esperar cuando el marqués de Autechamp dio su visto favorable con las siguientes palabras: “pienso que las fosas deben ser profundas y que las momias deben estar recubiertas de cal viva para que no exhalen ninguno de sus perfumes lejanos”.
Pero resulta que, cuando aún estaba blanda la tierra, estalló en la capital la revolución de julio de 1830 con sus barricadas y tiros de cañón que dejaron un sinnúmero de víctimas. El verano obligó a enterrar rápidamente los cuerpos sin vida, ahí mismo donde caían, como ocurrió con 30 combatientes que perecieron sobre la tumba de las ilustres momias. Así fue como las egipcias no solo oyeron los disparos revolucionarios sobre sus tumbas, sino también las picas y palas que les traerían nuevas compañías.
Con la llegada del orden y la paz, Luis Felipe, el nuevo rey de Francia, decidió honrar el heroísmo de los ciudadanos que dejaron sus vidas durante esos días terribles. Decretó entonces que los 30 cuerpos que habían sido enterrados a toda prisa en el jardín del Louvre, fueran reubicados en un nuevo monumento construido en el centro de la plaza de la Bastilla. El problema fue que nadie se preocupó por contarlos, pues no fueron 30 sino 32 los héroes exhumados. Las momias, que fueron confundidas con enardecidas revolucionarias, fueron puestas dentro del mismo féretro junto con los otros cuerpos encontrados.
Tuvieron derecho a una misa patriótica y a una sepultura nueva, como no habían presenciado en miles de años. Y debieron sentirse muy a gusto con su nueva fama revolucionaria, porque de ellas no se volvió a saber durante mucho tiempo, hasta que los franceses se dieron cuenta del error en 1940, durante la reparación de las tumbas. Se imaginarán la extrema confusión de los funcionarios cuando notaron que los nombres inscritos en las placas conmemorativas no coincidían con el número de personas enterradas.
Me parece que pocos seres en este mundo han logrado vivir en el país de Tutankhamón y morir como héroes nacionales de Francia. Que yo sepa, tan solo estas dos egipcias han logrado tales hazañas y quién sabe si algún día decidan salir de viaje una vez más.
Maravilloso historia y sobre todo bien relatada.
EXCELENTE. !!
Muy curiosa historia ,la desconocía por completo . Seguramente existen casos semejantes , en los cuales personas normales terminan siendo héroes por las circunstancias .
Buenísima esta historia, gracias por compartirla
Muy simpática la historia
Fabulosa historia plena de intrigantes questionamientos indescifrables.
Es una fascinante historia. Muchas gracias por compartirla.
Interesante historia; desconocida completamente. Juan Camilo, como siempre, excelso en sus relatos.
Muchas gracias por compartirnos estas historias.
Va un abrazo.
Roberlang
Quedate en casa
Que divertida y curiosa anécdota. Gracias
Fantastica narracion. Muy interesante articulo. Muchas gracias por sus aportes y especialmente por su generosidad al compartirnos sus conocimientos
Como siempre, todo lo que publicas en el blog es muy interesante. Muchas gracias
Excelente Historia y es real.
Ni idea…..interesante historia e interesante escritura….
Excelentes historias que muy pocos conocen. Muchas gracias
Me encanto la historia ! Mil gracias por compartir !
Una historia sorprendente, me gusta mucho cómo narran estas historias , estoy muy animada leyendo cada publicación que realizan . Gracias .
Todo un relato de ficción fascinante, la vida es un cuento y quién sabe cuánto más podemos descubrir.
Una narración bien descriptiva que se torna muy amena e interesante, muchas gracias.