Como en cualquier ciudad del mundo, las calles de San Petersburgo son testigo de una superposición de historias y arquitecturas que hacen difícil poder hablar de esta ciudad en los tiempos de tal o cual personaje importante. De ahí que sea una antigua capital con múltiples facetas que cada uno vive a su manera. Con mayor razón aun, el Petersburgo de Gogol, por ejemplo, no fue el mismo del de Tolstoi y a la vez, el de este último poco tiene que ver con el de Pushkin.
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La cruzada letrista
Es bien sabido el amor de los franceses por poner en duda todo lo imaginable, hasta el orden mismo de las letras dentro de una palabra. Así que no nos debe sorprender que haya sido justo allí, en donde nació el letrismo, ese movimiento en la poesía francesa iniciado por Isidore Isou, durante los años 40, que preconizaba el uso de las palabras única y exclusivamente por su valor sonoro y no por su significado.
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Atrapados en sus fronteras
Existen viejos hábitos que nunca cambian. Hábitos que por haber existido durante mucho tiempo hacen parte de la vida cotidiana; al punto que uno ya no se pregunta su verdadera razón de ser, si son buenos o malos o si realmente son necesarios.
El poeta asesino
A Pedro Francisco Lacenaire se le presentó la muerte muy temprano en la vida. Se le cruzó de repente cuando caminaba con su padre por las calles de Lyon hacia 1803, en esos años en los que rodaban por Francia las cabezas de todo aquel que se descuidara. Siendo ya un niño vivaz e inteligente, se encontró de frente con Madame Guillotina, aquella despiadada que se erguía insolente en el centro de la plaza Terreaux.
El banquete de sangre
Laurent Delarbre es tal vez uno de los chefs más reconocidos de Francia, quien fue amo y señor de la Torre de Plata, el restaurante más legendario de París, desde donde se tiene un panorama privilegiado de la capital. A menudo, Delarbre se yergue sobre la muralla de la torre y observa a París caer en las tinieblas; ve menguar en sus atardeceres a la isla San Luis, con sus calles fantasmales y las orillas del río llenarse de sombras.
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Los horripilantes hechos de la calle Beauregard
Cualquiera que se interne hoy en día en la calle Beauregard, o del “buen mirar”, en español, está lejos de imaginar lo que allí alguna vez se tramó. Nadie sospecharía que en esa tranquila calle de ingenuo nombre, algún día, Catherine Deshayes fabricó en su olla de hierro, y con mucho ardor, las poderosas pócimas, mejunjes y venenos que la hicieron famosa. [Leer más…] acerca de Los horripilantes hechos de la calle Beauregard