En el mundo hay y ha habido muchos personajes convencidos erróneamente de poseer dotes de artista. Tal fue el caso de Nerón quien, creyendo de manera ciega en su talento musical, murió diciendo “¡Qué gran artista pierde el mundo conmigo!”. Los ha habido en todas las épocas y víctimas de todos los delirios imaginables, pero hay algunos que logran convencer a más de un distraído esnob de museo. En cambio, verdaderos genios como Van Gogh y Renoir murieron de hambre tratando de vender alguna de sus obras, con la esperanza de pagar un mes de arriendo. La historia del maestro Boronali y de su compleja obra ilustra de modo extraordinario este dilema.
Era el comienzo del siglo XX y la escuela expresionista de Kandinsky y el cubismo de Pablo Picasso estaban en ciernes. En París solos e hablaba de ellos, de sus exposiciones en el Salón de Otoño o en el Salón de Independientes y de los artistas franceses. Mucha gente se enloquecía con cualquier obra que se pareciera a un Matisse y, sin hacer gala del mas mínimo espíritu crítico, citaba de memoria las frases leídas en los diarios especializados de la época.
Todo iba de maravilla para nuestros queridos esnobs del arte que se deleitaban como niños en la arenera, hasta aquel día en que su mundo se vino abajo, cuando un periodista llamado Roland Dorgelès decidió montar una farsa del tamaño de la torre Eiffel.
Dorgelès, cansado de oír día y noche hablar de los nuevos pintores cubistas, urdió un plan: envió a varios periódicos parisinos el manifiesto del arte excesivista, firmado por su ‘creador’, un tal Joaquín Rafael Boronali. Varias publicaciones replicaron lo que consideraron como el comienzo de otro movimiento revolucionario del arte. Los lectores quedaron expectantes. Así, viendo el éxito de la primera fase de su estrategia, el periodista se fue de inmediato a Le Lapin Agile[*], un cabaret de Montmartre, cuyo dueño lo esperaba junto a Lolo, un burro educado a la manera de la capital: un burro afrancesado.
Además de ir cargado de pinceles, óleos y un caballete, Roland Dorgelès llegó acompañado por un notario y un camarógrafo para dejar constancia de su fechoría. Amarró el pincel al bohemio asno que muy obediente, y al parecer muy inspirado, lo blandió sin misericordia mientras él, nuestro farsante, mezclaba los colores. Al terminar la obra, y con un aire plácido y casi conmovido, Dorgelès dijo en voz alta: “Se llamará ‘Y el sol se puso en el Adriático’”.
Se preguntarán qué tiene que ver el pobre Lolo con el maestro Boronali. La respuesta es más sencilla de lo que parece, pues el seudónimo “Boronali” viene del nombre de un burro de las fábulas de La Fontaine, el maestro Aliboron, que, en su versión italianizada, queda como Boronali.
Pero la fechoría no había acabado allí. Antes de enviar la pintura al célebre Salón de los Independientes, Dorgelès, el asno y su dueño decidieron, conjuntamente, claro, que la pintura tendría un costo de 18 francos con 20 centavos. Así, de la manera más extraña y estridente posible, la obra insignia de la escuela excesivista hizo su entrada triunfal a esta galería. Durante algunos días nuestro periodista merodeó cerca del cuadro, escuchando los comentarios. Para algunos, el cuadro era francamente poco emotivo y para otros, en cambio, la pintura hacía alusión a la excesiva personalidad del autor y a su violento temperamento.
En vista de que solo el periódico Le Matin de la capital había escrito una crítica feroz del naciente movimiento, Dorgelès decidió contar toda su farsa al editor. Este, sorprendido, gritó “¡Tenía que ser un asno!”. Al día siguiente la noticia se había regado por toda la ciudad. Una multitud confusa y exultante se dirigió al Salón de los Independientes, en donde preguntaba insistentemente por la pintura del burro, a lo que los guardias respondían: “Sigan el río de gente”.
Pasada la euforia capitalina, y a pesar de lo publicitado del escándalo, hubo algunos que nunca se enteraron de la farsa. En 1939 apareció en un diccionario de artistas el nombre de Boronali con la siguiente síntesis biográfica: “Nacido en Génova en el siglo XIX, perteneció a la escuela italiana y expuso en 1910 en el Salón de los Independientes”[†]. En la segunda edición, se complementó diciendo que el sufrido artista había perdido la vida durante la Primera Guerra Mundial, a pesar de que Dorgelès juró solemnemente que Lolo se había suicidado en un río.
Años después, la pintura regresó a Francia para hacer parte de una exposición llamada ‘Los falsos en el arte’. Como si la farsa no hubiera terminado, la exposición recibió una carta en la que un coleccionista de arte de la ciudad de Nantes le aseguraba ser el feliz dueño de la conocida Marina de Boronali. Dorgelès fue contactado por los organizadores a quienes respondió, con total desenvoltura, que si la verdadera pintura era falsa, entonces no sabía en qué categoría podría clasificarse la del pobre coleccionista de Nantes, a quien debían haber estafado sin misericordia.
Como toda gran obra, ‘Y el sol se puso en el Adriático’ es un cuadro polémico que ha recorrido varios países y que hoy en día podemos ver al sureste de París en el Foyer Culturel de Milly-la-Forêt[‡]. Este es el destino ideal para aquellos que deseen ir a admirar lo más significativo del arte del maestro Boronali, un asno como tantos.
[*] El Conejo Ágil
[†] BÉNÉZIT Émile, Dictionnaire des peintres, sculpteurs, dessinateurs et graveurs, Paris, 1939, t. 2, p. 183.
[‡] Espacio Cultural de Milly-la-Forêt
Tica
Esto es corriente entre los SNOB.
Malely
En todo tiempo y en todo lugar, siempre hay un “vivo” que resulta ser un “asno”.
Belqui
Detrás de una mentira un laberinto en el que todos caen piensan y opinan .
Fernando
Un relato genial que muestra todo lo que puede haber detrás una pintura …
Maria
Y hoy seria una novedad, gran lanzamiento del nuevo artista con el concepto tan abierto del arte.
Flor
En la actualidad, nace un innovador en el arte .
Jose Wilmar
sobre todo en el mundo politico de hoy se mueve al electorado a traves de mentiras, la mayoria de las cuales resultan ser burradas que la gente acepta como verdades infalibles.
Cielo Ladino
Hoy en día, pasa constantemente, sobre todo en la industria de la música…artistas, salidos no se sabe de donde…
Muy buen relato histórico!
adjcv-user
Hola Cielo. Muchas gracias por tu comentario. Es así, suele pasar más a menudo de lo que creemos.
Ruben Dario
Se ve la fuerza que tiene la comunicación , sino se hubiera hecho eco de la farsa , ésta, no se hubiera conocido.
Ruben Dario
En el relato se observa que el poder de la comunicación, hace que una farsa adquiera fuerza, en los oyentes y lectores.
adjcv-user
Gracias por tu comentario. Así es, una mentira se puede hacer viral.
Alberto
Hoy vemos estos casos muy repetidamente en la política, donde mientras más obvia sea la mentira más pronto la cree la gente. Y ni se diga en lo que hoy quieren denominar música.
adiela terreros
en realidad en todas partes hay asnos, unos burros que otros.
Nancy salazar
No debemos creer todo lo que vemos y todo lo que escuchamos
OSCAR JAIME MOLINA LINCE
MUCHAS GRACIAS POR ACEPTARME.EN CONTACTO Y MUY PENDIENTE DE SUS ARTÍCULOS !!!