Para ellos, Sebastian Vettel no es más que un principiante aburrido y sin talento. Uno más de aquellos mortales que no sabe lo que es la adrenalina; ese momento cuando el piloto se acerca con música hollywoodense a su bólido, se pone el casco y los guantes con una mirada misteriosa al horizonte y aprieta los puños sabiendo la ardua competencia que le aguarda. Para ellos, Lewis Hamilton no es rival, lo ven con desdén, sabiendo que una vez sentados en sus máquinas cubiertas de calcomanías la suerte se decide en los pedales.
Hacen falta años de entrenamiento para lograr pedalear a esa velocidad sin sacar la lengua, conservar la dignidad mientras el cuerpo se balancea de un lado al otro para hacer despegar un carrito de pedales. Eso lo sabe cada miembro de la federación que reúne a los mejores pilotos de esta especialidad, digna rival de la Fórmula 1. Desafortunado aquel que se interponga en su camino, porque los carritos de pedales aceleran pero nunca frenan. Siempre adelante, ¡hasta la victoria!
La federación exhibe en su página oficial, y con mucho orgullo, las fotografías de eventos pasados que marcaron la historia de la disciplina. En las competencias, de fondo, cuesta creerlo, se oye la música gloriosa de la Guerra de las Galaxias llamando a cada uno al deber. Se ve a sus más honorables miembros disfrazados de panaderos, de payasos o de astronautas, apretados en unos carritos de los que se les salen las rodillas, en donde no queda espacio para un suspiro. Detrás, el equipo de mecánicos, igualmente disfrazados, empujan a sus pilotos: algunos caen y ruedan por el piso, otros empujan demasiado fuerte y lanzan el carrito contra el andén. Es, en pocas palabras, un deporte de alto riesgo.
Los días de gran premio, como suelen llamar a sus accidentadas carreras, se reúnen para honorar su lema, que dice así: si los deportistas se comportan como payasos, los payasos nos comportamos como deportistas. Y ese es el juramento que debe prestar cada uno de los miembros de esta organización, que ya cumple 32 años de existencia y más de 2000 carritos de pedales afiliados.
Los resúmenes de las carreras se pueden encontrar en la revista de la federación, que se llama Los resquebrajados, donde se publican los escalafones de cada competencia. Las categorías, tan únicas como todo lo demás en este deporte, van desde el gran premio al descalabro, hasta al más payaso o el del mejor deportista. De la misma manera, tienen lo que llaman un flop 50, es decir una clasificación de los peores 50 sucesos de las carreras del año. De estas reñidas competencias salen los augustos representantes de Francia, que la federación envía a los campeonatos europeos y mundiales.
Un día normal de competencia funciona más o menos de la siguiente manera. A las 2 de la tarde se anuncia por el altoparlante: “3 minutos para ponerse los disfraces”, para que todos corran a sus posiciones. El narrador presenta los bólidos y a sus pilotos ante el jurado, escogido al azar entre la multitud. Luego se forman todos en dos columnas y el mismo narrador baja la bandera. Los pilotos deben evitar los desordenes y bajar del auto para empujarlo. Las peleas son toleradas hasta que el jurado ordene lo contrario. La clasificación final depende del tiempo, de la decoración del bólido y del disfraz de piloto”. Así reza la sacrosanta constitución de la federación.
Gloria y éxito para esta organización, que con tanto orgullo defiende tan bello deporte y que nos da una muestra de lo que es la profunda pasión francesa por los sindicatos, asociaciones y federaciones. En sus marcas, listos, fuera.
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