Si supieran ustedes lo que era estar ante Valérie, derritiéndose ante sus atributos femeninos en la barra de un bar, cuando discretamente le picaba el ojo a algún hombre de negocios en busca de un poco de distracción. Valérie los sentía como un carnívoro siente a su presa, les leía en la mente sus inquietudes, sus ansias de escaparse de la realidad. Les tendía una carnada, sus bellos y rojos labios de anzuelo que remataba con sus voluptuosas formas rindiendo la resistencia de los más serios personajes de París.
Eso por lo menos hasta que en 1984 una serie de extraños eventos comenzaran a suceder en los alrededores del distrito 17, en la capital francesa, más precisamente el 16 de diciembre de ese mismo año. En la mañana, la policía judicial llegó al número 12 de la calle Margueritte, donde un evento atroz había ocurrido. Laurent Zarade, soltero de 29 años, miembro de una familia rica, yacía inerte en su apartamento.
La primera persona que notó su ausencia fue su hermano, que después de obligar a la conserje a dejarle abrir la puerta, se encontró con una escena espeluznante. Amarrado de pies y manos, Laurent se encontraba tendido en su cama inánime desde la noche anterior. Las marcas de golpes y torturas lo decían todo, pero faltaba el arma, un cortapapel de 12 centímetros de largo. Todos se preguntan si se trata de una venganza, porque la hermana de la víctima era la abogada que llevaba el peligroso y pesado caso de Maurice Joffo, un peluquero famosísimo vinculado con la crema y nata de la capital.
La puerta de la entrada estaba intacta, ningún vidrio roto. El joven Zarade le había abierto la puerta a sus verdugos, lo que llevó a los detectives a concluir que la víctima conocía a sus asesinos. Sin embargo, ningún rastro de robo, solo faltaba el cortapapel del escritorio y, lo que es más curioso, 10 días antes otro asesinato similar había ocurrido en las inmediaciones. Esta vez fue el turno de Gerard Le Laidier, abogado y soltero también, un asesinato que las autoridades describieron como un verdadero baño de sangre, una ejecución sumaria y ya saben ustedes que un policía sabe lo que eso significa.
Fue el hijo de Le Laidier que dio la señal de alarma a las autoridades cuando constató que su padre había olvidado recogerlo en el colegio. Al enterarse, el rector hizo una llamada a la oficina del abogado y se descubrió el triste acontecimiento: al hombre lo encontraron botado sobre su alfombra cubierta de sangre, atado, torturado y apuñalado. Al igual que en el otro caso, no le robaron nada y el apartamento estaba en orden.
Las autoridades no sabían cuál era la razón para semejante desbandada de violencia. ¿Sería alguna información comprometedora? ¿Una venganza en la que estuvieran relacionados? Fue al comparar la vida de ambos hombres que el asunto comenzó a aclararse. Los dos frecuentaban los mismos restaurantes, los mismos bares de moda y pronto encontraron una información clave. La noche de cada uno de los asesinatos, las agendas de ambos abogados tenían escrito el nombre de una tal Valérie. Cierto, Valéries hay muchas en esta ciudad, pero Valeries con el mismo número de teléfono supongo que más bien pocas…
Al día siguiente la policía hizo una redada espectacular y capturaron a Valérie en su lugar de trabajo, cuando se dieron cuenta que se trataba de una joven de 19 años muy a la moda y absolutamente despampanante. Una rubia provocativa entre la juventud que roza la adultez y la adultez aun cubierta de niñez.
La joven intentó por todos los medios de seducir a los investigadores, les lanzaba dardos tentadores a la espera de hacer ceder sus instintos de sabueso, pero nada daba resultado, la policía nacional se portaba a la altura de los acontecimientos. Al mismo tiempo, decidieron hacer una pesquisa en la casa de la sospechosa, que vivía con otros dos hombres, y descubrieron una cantidad de joyas Cartier y de dinero en efectivo.
Ante las pruebas que le mostró la policía, Valérie rompió en llanto diciéndose la victima de sus dos amigos. Ella solo tenía el sueño de volverse modelo, lo que sus amigos habían aprovechado para usarla de señuelo para sus crímenes. Ella se encargaba de seducir a los ricos empresarios de la capital, se dejaba invitar con gran ingenuidad a sus casas y cuando se descuidaban tras unas varias copas de vino, le abría la puerta a sus secuaces que amarraban al personaje, lo torturaban durante unas horas para robarle la plata y se iban dejándolo en un estado que dependía de la amable cooperación de la víctima.
Valerie comenzaba a desesperar a los detectives con sus amagues de niña ingenua, diciendo que ella solo abría la puerta y salía despavorida del susto, rezando por la vida de sus efímeros amantes. Pronto se supo que su manera de rezar era más bien curiosa, pues mientras en un cuarto los pobres abogados gritaban del dolor, diciendo sus códigos bancarios entre gemidos y desmayos, Valérie se arrodillaba en la sala, no solo a orar, sino a devorar la mitad del mercado de las víctimas, pues parece ser que las ansias le despertaban un apetito voraz. Supondrán ustedes que su nivel de meditación era tan profundo que los golpes de sus amigos no le perturbaban su estado.
Al final, la bella Valerie fue condenada a cadena perpetua con 17 años inconmutables. Tras sus largos años de buena conducta carcelaria, dicen que la liberaron, se casó, tuvo un hijo, se fue al extranjero y se dedicó, esta vez sí, a su nueva fe; la rezar por el alma de sus víctimas.
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Rosalba
Parece parte de una novela…
Muy buena….
adjcv-user
Muchas gracias por tu comentario.
Romulo
Excelente relato el de melanie y sus habilidades de mujer bella y sensual para lograr seducir hombres de su preferencia con fines delictivos….
adjcv-user
Hola Rómulo, te agradecemos tu comentario.
Romulo
Excelente relato el de Valerie y sus habilidades de mujer bella y sensual para lograr seducir hombres de su preferencia con fines delictivos….
María CristinaSerrano
Un artículo interesante, las crónicas que envía Juan Camilo son variadas, bien escritas y muy agradables de leer.
adjcv-user
Buenas tardes María Cristina. Nos emociona mucho leer tu comentario.