Por extraño que parezca, los cementerios siempre han sido parte de la vida de París. No son solo jardines de recogimiento o lúgubres parques de recuerdos, sino verdaderos monumentos donde descansa un sinnúmero de personajes de fama mundial.
De hecho, en la Ciudad Luz se pueden visitar las tumbas de varios latinoamericanos que marcaron las letras o la política del continente, como la de Rufino José Cuervo, Julio Cortázar, Cesar Vallejo, Miguel Ángel Asturias y el expresidente mexicano Porfirio Díaz. De ahí que la gente acuda a menudo a pasearse por los principales dos cementerios que tiene París, el de Montparnasse y, sobre todo, el de Père-Lachaise.
Pocos lugares pueden jactarse de tener tantos ilustres personajes por metro cuadrado como el Père-Lachaise. Sin embargo, la fama no lo ha salvado de las historias que giran en torno a todo cementerio y aún hoy en día es la sede de mitos y leyendas, como si alguien se hubiera sentado una noche a inventárselos todos a propósito.
Entre los más famosos se encuentra el de la familia Demidoff, una de las más ricas del Imperio Ruso, que tenía propiedades por todo Europa y que poseía las minas de hierro y oro de los Urales; en pocas palabras, eran los dueños de la industria siderúrgica de Rusia y una de esas familias que, según decía la gente, eran más ricas que el zar mismo. Los Demidov eran además unos viajeros incansables, al punto que una parte de la familia decidió instalarse en París tras la caída de Napoleón. En 1818, y tras unos años de residencia en la capital, la muerte se llevó a dona Elisabeth Demidoff, a la que enterraron en una suntuosa tumba de mármol blanco en forma de templo griego que llego a ser la más grande del cementerio.
Pero como en París todo se presta para burla y chanza, hacia finales del siglo, un oscuro periódico capitalino decidió jugarle una broma a la ciudad. En su sección de variedades, contaban en unos términos misteriosos que una princesa moscovita había sido enterrada hacía poco en el Père-Lachaise. Decían que la tumba parecía un templo griego de mármoles lujosos y que la cripta estaba recubierta de cristal. En la parte inferior del artículo, le recordaban amablemente al público que la señora había dejado un testamento en una notaría parisina.
Escribía el informado reportero que según se sabía, estaba escrito que legaba toda su fortuna al primer voluntario de buen corazón que aceptara acompañarla en los primeros 365 días y 365 noches de sepelio, haciéndole compañía adentro mismo de la cripta, sin alejarse un solo minuto. La princesa exigía ser velada sin interrupción, pero hacía alarde de liberalidad al no oponerse a que le hablaran durante algunos minutos o a que le leyeran libros de ficción.
Cuál no habrá sido la sorpresa de los trabajadores del cementerio cuando, al día siguiente, la necrópolis fue invadida por una jauría de voluntarios pidiendo ser los primeros en intentarlo. Se dice que la administración del cementerio llegó a recibir cartas de otros países europeos e incluso les llegaron algunas desde los Estados Unidos.
El hecho fue un escándalo total, al punto que en los principales periódicos de la ciudad comenzaron a aparecer artículos contando las historias de algunos intrépidos que se aventuraban en los mortuorios aposentos de doña Demidoff, sacudida en su casi centenario reposo. El periódico el Tiempo de París por ejemplo, publicó el 2 de noviembre de 1896 que a pesar de los valerosos esfuerzos de algunos aventureros, ninguno había podido aguantar más de un día, que uno de ellos había sucumbido a un paro cardiaco y que otro había simplemente perdido la razón.
Lo más curioso de todo este asunto es que poco después la leyenda se desplazó a otra tumba, la de la Marie-Emilie Díaz-Santos, hija de la duquesa de Duras, que descansaba tranquilamente en su lecho desde 1827. Cuentan que, a principios del siglo XX, un rumor comenzó a circular por París diciendo que la duquesa había prometido un millón de francos al que acompañara a su hija en su cripta durante todo un año. Los trabajadores del cementerio cuentan que hasta los años 70 todavía llegaban voluntarios en busca de la fortuna… y de la hija de la duquesa, claro está.
Como estas, hay muchas otras leyendas en el Père-Lachaise, miles, al punto que la administración debe estar en permanente vigilancia para evitar que se les salga de las manos algún culto post-mortem particularmente activo. Después de todo, es entre estas tumbas que se encuentra, por ejemplo, la estatua en bronce de Víctor Noir, de la que algunas mujeres afirman que favorece la fertilidad y que tuvieron que mandar a lustrar de nuevo hace poco para que no se notara el brillo de un cierto apéndice de la estatua.
Algo parecido le que ocurre a la tumba de Oscar Wilde, que las autoridades amenazaron con proteger con vidrio si las lectoras no paraban de cubrirla de besos marcándola de pintalabios rojo, o como aquella tumba de un extraño japonés que nació en el año 2505 y murió en el 2535. Así que nada de nervios si algún día se encuentran con alguna ceremonia insólita en los cementerios de París, que guardan todo tipo de mitos, reúnen a todo tipo de personas y generan todo tipo de manías.
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Claudia Montoya
Me encanta su redacción clara. Los contenidos son muy interesantes y divertidos. Felicitaciones.
Lilia collazos
Me encanta estos relatos de ficción. La imaginación vuela y mi mente se ubica en aquellos lugares produciendo una sensación de miedo pero al mismo tiempo de valentía. Gracias por distraer mi mente..
Maria Pia Angel
Excelente historia, gracias
José
Verdaderamente muchos cementerios son especiales y hasta cuna de enseñanza-museos ej Medellín
Alba Botero B
My bueno el articulo.. Siempre es que hay mucho ingenuo
Ananda
Todos sus artículos súper interesantes!!!
adjcv-user
Muchas gracias por tu comentario. Esperamos poder seguir leyendo de ti.
Martha Vazquez
Me divirtió el artículo gracias!
José River mera Velasco
buy bueno conocer sobre las leyendas y mitos del sementerio de Francia felicitaciones
María Angela Pacheco
Está estupendo el escrito. Gracias. Seguiré leyendo
adjcv-user
Buenos días María Ángela, muchas gracias por tu comentario. Esperamos continuar leyéndote a ti también.