Hay algunas personas que tienen al menos una manía incontrolable; la mía por ejemplo es la de no poder evitar preguntarme cómo solía ser el lugar donde vivo, siglos antes de mi propia existencia. Es lo que yo llamaría el incurable vicio de los historiadores, de partir del presente hacia los lejanos horizontes del pasado queriendo comprender cómo llegamos a lo que existe hoy en día.
He tratado de imaginar, entre otras cosas, a la parroquial Bogotá de la época colonial, o esa misma sabana cuando todavía no había llegado Jiménez de Quesada. De la misma manera me pregunto cómo fueron los bosques y pantanos del San Petersburgo medieval y, sobre todo, qué había en el París de la antigüedad cuando Francia todavía no existía. Cómo eran sus paisajes, cuáles eran sus olores, sus gentes; qué tipo de preocupaciones e incertidumbres sobre el futuro tenían.
Pues bien, a falta de haber visto con mis propios ojos esos tiempos, no queda más remedio que internarse en el mundo de los archivos, la arqueología y de todo los recursos que nos hablen del nacimiento de París. Una ciudad que fue desde sus inicios una ciudad de galos. Aquí se instalaron hacia el año 475 a.C. protegidos por los meandros del río Sena y las riveras pantanosas del río Marne que disuadían a sus enemigos de atacarla. Se llamaba el pueblo de los Parisii, una fracción de esos mismos celtas que cruzaron el canal de la Mancha para instalarse en el Yorkshire de hoy en día.
Y fue aquí mismo, bajo este asfalto de hoy en día, que Julio Cesar los encontró durante su expedición en las Galias, defendiéndose tras sus palizadas en una de las islas de la ciudad. Fue en ese tiempo que, tras una feroz batalla y tras verse perdidos ante las legiones quemaron su propia ciudad y los puentes para protegerla de los romanos. De lo que quedó de esa misma fortificación salió un destacamento de Parisii a la batalla de Alesia, donde Roma se haría finalmente con el dominio de lo que es hoy en día Francia, Bélgica y Luxemburgo.
Desde entonces, el lugar fue reconstruido bajo una arquitectura y un estilo típicamente romano. La dominación latina trajo consigo un nuevo nombre para la ciudad que pasó a llamarse Lutecia, que viene del latín lutum y que en español generaría la palabra lodo. Estarán ustedes de acuerdo en la ironía de ese nombre. Quién hubiera imaginado que la ciudad del lodo, esa de riveras arenosas y pantanos que antaño había servido de defensa a sus pobladores, se llamaría en el futuro la dama de blanco.
Una nueva ciudad empezó a prosperar entonces donde hoy en día se encuentra la Sorbona, con sus mercados, palacios y foros. Los parisinos de la época vivían entonces a la romana, les gustaba la higiene corporal y pasaban sus tardes en las termas. Incluso hoy en día se pueden ver las ruinas de una de ellas, de mas de 6000 metros², en donde se encuentra el museo de historia medieval. Desde la calle se ven las paredes de ladrillo de lo que un día fue Lutecia, a donde los magistrados llegaban con sus túnicas a discutir los asuntos municipales e imperiales.
Era la misma época de los gladiadores y combates de fieras que llevó a los habitantes del París antiguo a construir su propio anfiteatro; un inmenso edificio en el que cabían hasta 15,000 personas. Es lo que en la actualidad se conoce con el nombre de las arenas de Lutecia y que es un agradable sitio para ir a hacer deporte o descansar. Del centro de este municipio romano, donde se encuentra la catedral de Notre-Dame, salían sus avenidas principales que incluso en la actualidad son algunas de las más importantes, como la calle Vaugirard o la calle Faubour Saint-Jacques.
Pero ese París romano de intensa vida ciudadana se encontró algunos siglos después en medio de una frontera peligrosa entre los germanos y el Imperio Romano. Lutecia se convirtió en un puesto avanzado del ejército y empezó a declinar a finales del siglo III d.C. La inseguridad, el bandidaje y las invasiones de pueblos germanos la dejaron en una muy mala situación y fue entonces cuando la ciudad volvió a cambiar de nombre. La gente la empezó a llamarla París, como se le decía a los habitantes de Lutecia.
Las cosas empezaron a cambiar rápidamente, la crisis se agudizó y el Imperio Romano de occidente siguió en declive, de ahí la llegada a la ciudad de dos emperadores venidos desde Roma para defender las fronteras. En esos mismos años hizo su aparición el cristianismo con la organización del primer concilio en la ciudad, poco antes del nacimiento Santa Genoveva, la santa patrona de París. De hecho, fue ella la que animó a los parisinos a defenderse de Atila, el rey de los hunos, cuando sus pobladores ya empezaban a escapar. Al ver París tras sus murallas en pie de guerra, los hunos simplemente dieron la vuelta y se fueron.
30 años después, en el 486, llegó un nuevo ejército que esta vez se instalaría definitivamente. Era el ejército de Clovis, con el que la santa patrona de la ciudad tuvo que negociar la rendición. Clovis, el primer rey de los francos, terminó haciendo de París su capital; un título que, hasta el día de hoy, ninguna otra ciudad le ha disputado, desde esos tiempos en los que París, apenas comenzaba a ser París.
Carmen Nubia
Agradable relato con
puntual información.Me agradan estas lecturas.
Miguel Ángel Achipiz
Interesante esta historia que desconocía.
Carlos yoria
Soy un enamorado de la historia…y me encanto encontrar este sitio!!👍
Aura Martínez
Excelente ilustración sobre el París de antes comparado con el actual. Gracias.
Maria Isabel Patiño
Hola, otro relato con base histórica que hace un buen aporte para entender mejor esa gran ciudad. Saludos!
Alvaro Madrid-Malo
Gran ejercicio de arqueología histórica Juan, es esa misma que me hace sentir la emoción de andar con mis pies peregrinos esa tierra que tantas y tan antiguas historia guarda; no sé porqué, pero ni Roma despierta en mí esa sensación de internarme espiritualmente en un sitio, en su pasado, como en el sitio de los Parissi, en Lutecia, en París….
Jaime Colmenares
Que bueno que alguien husmee con pasión en la historia de esta fascinante metrópoli que es Paris, para alegría de quienes tenemos interés en conocer sus secretos, pero carecemos del suficiente tiempo para estudiar sus historias a fondo. Mil gracias Juan Camilo Vergara por darnos conocer esos datos que siempre serán muy importantes.
Julia zambrano
Es maravilloso poder conocer la historia de esa bella ciudad en una forma tan sencilla y amena.
Blanca Elisa
Gracias por interesarse en el projimo deseoso de aprender detalles de la Historia
Inés Beatriz
Sencillamente una buena lectura, es una delicia. Muchas gracias.
Jose Antonio
Leyendo la historia de París en cierta medida me fui a la obra literaria de Dickens “historia de dos ciudades”, claro está desde dos tiempos históricos diferentes. Interesante escrito.
Neil Felipe Bermudez Espinosa
El estudio y conocimiento de la historia me ha apasionado, en especial las novelas históricas y las biografías. La historia de ciudades es la búsqueda en los vericuetos y laberintos de la historia para saber de dónde venimos.
Gloria Estela Peñaa
Invaluable el aporte que nos hace Juan Camilo, descubrir el transfondo del pasado para comprender mejor lo que estamos recibiendo como herencia historica nos enriquece mucho. Estoy muy entusiasmada y agradecida al vincularme al blog.
adjcv-user
Hola Gloria. Esperamos que disfrutes todos nuestros artículos y contenido!
Gladys ortega
Me encanta tan las historias y al igual que en los libros me transportó hasta el sitio del cual se narra y más viendo una que otra imagen más todavía gracias por darnos más saber.