La Glotona, o la Goulue como se le conoce en francés, solía pasar de una mesa a la otra con su escote abismal, fabulosa como el mito qué fue, picándole el ojo a un aristócrata aquí y mostrándole las piernas a algún artista allá. Se le veía con sus vestidos sedosos y sus maneras desenvueltas sentársele en las piernas a los hombres y vaciar en segundos sus vasos rebosantes de alcohol.
La Glotona, el cancán y la noche parisina
La Glotona tenía bien desarrollado su apetito por el género masculino, que dominaba con el arte de ser la mejor bailarina de cancán que Francia haya conocido. Era uno de esos seres a los que todo les estaba permitido y que la gente asimilaba a la libertad que otorga la extraña mezcla de grosería y belleza. Aquella mujer que un día, al ver al mismísimo príncipe de Gales invitar a una ronda de champagna, le grito de un lado a otro del cabaret, “Ey, Gales, esta ronda va en serio por cuenta tuya o es tu mamita la que la paga?”.
A cualquier otro le hubieran cortado la lengua, incluso en la Francia republicana, pero no a la Glotona, que ingería con placer las extravagancias del París de finales del siglo XIX. De ella solo esperaban el zapateo del cancán, cuando levantaba en el Moulin Rouge su falda dejando entrever las naguas, antes de hacer el split que la inmortalizaría. De hecho, un diccionario de seudónimos de 1887 dice de ella lo siguiente: “La Golosa: excéntrica bailarina del Alcázar y otros lugares donde el cancán y el Split siguen vigentes”.
No fue sino mucho después de haber nacido que a Luisa Weber la apodaron la Glotona, cuando todavía no hacia vibrar las calles de Montmarte y mucho antes de caer en el olvido en el que la hundió su afición por el alcohol. De joven, su familia la tenía destinada al trabajo de lavandera, una actividad que en realidad nunca le gustó y que seguramente la habrá motivado a buscar nuevos horizontes. Hacia 1866 comenzó su carrera como bailarina de cabaret donde sus primeras presentaciones causaron sensación.
Pronto se convirtió en uno de los grandes personajes del barrio Montmartre, al punto que varios pintores se la peleaban como modelo para sus obras. Renoir la pintó en varias ocasiones y sobre todo Toulouse-Lautrec encontró en ella la inspiración de varios de sus cuadros, al punto que un día exclamaría “ah, la Glotona, esa brillante mujerzuela que incendió a París…”.
La Glotona, domadora de leones
Pero, para Glotona, el cancán no era suficiente en su afán de vida y, en la cúspide de su gloria, decidió convertirse en domadora de leones y probar si sus atributos fisicos tendrían el mismo efecto en su felino trabajo. Cada año se le veía en las ferias de la capital repartir órdenes con su látigo, con el mismo carácter con el que había fustigado al príncipe de Gales. Eso, hasta que un buen día una de sus fieras resultó más brava que ella y se lanzó al ataque causándole heridas a ella y su marido.
Tras ese hecho, la Glotona perdió lo poco que le quedaba de fama y a principios del siglo XX ya pocos la reconocían en la calle como la famosa bailarina de cancán que había sido, sino como Madame Luisa, la señora que adoptaba animales enfermos en los circos y se paseaba por los parques rodeada de un harem de gatos. A veces la veían vendiendo pan en la entrada de las ferias y de vez en cuando uno que otro nostálgico se acercaba a pedirle un autógrafo, en las tardes en las que pasaba frente al Moulin Rouge vendiendo cordones y plantillas.
En 1929, la famosa Glotona sufrió un ataque de apoplejía y dejo este este mundo llevándose las naguas que hicieron delirar a esta ciudad. No fue sino hasta 1992 que su bisnieto logró rendirle los homenajes que le faltaron el día de su muerte, enviándole una carta al presidente Jacques Chirac, para que los restos de la reina de montmartre fueran trasladados al cementerio de este barrio que en su juventud supo hacer suyo. A ese curioso evento asistieron, no solo más de 2000 personas, sino varias estrellas del mundo teatral francés, así como muchos cantantes entre los cuales se encontraba Toya Jackson, la hermana mayor de Michael Jackson.
Le famosa bailarina volvió al lugar que la hizo famosa, ese Montmartre donde hace 120 anos una rubia de carácter de hierro impuso un baile que, no solo sería la sensación de la ciudad luz, sino que hasta el dia de hoy es uno de los símbolos mundiales del vibrante París del siglo XIX.
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