Los roedores de París han tenido una larga y complicada historia la ciudad. Los ha visto llegar de Oriente con la peste bubónica, pulular por los puertos fluviales de la Edad Media, huir durante las hambrunas y hasta adueñarse de las cloacas en la modernidad.
Todos lo saben, las ratas son dueñas y señoras del subsuelo de París y en las noches salen en expedición a surtirse de todo tipo de alimentos y a escuchar todo tipo de improperios. Los invitamos a conocer la historia de los roedores de París.
La ancestral convivencia entre los roedores de París y sus habitantes
Su presencia es tan importante en la historia de la capital francesa, que tienen su lugar en las estadísticas urbanas, pues se dice que por cada ciudadano hay una rata en la ciudad luz. A veces se las ve en la madrugada, corriendo de un matorral a otro, vestidas de marrón.
Aparecen con sus cuerpos alargados -de hasta 28 centímetros- y sus colas gruesas y rosadas. Pero, ¿cómo no salir a mostrar sus esbeltas figuras si reciben más gritos a diario que la más taquilleras de las películas de terror?
Porque así no se quiera encontrarlas, están por doquier por una sencilla razón matemática: resulta que una pareja de ratas puede tener hasta 60 hijos por año y convertirse en abuelos de 1800 especímenes al cabo de otro año.
En la ancestral convivencia entre los parisinos y los roedores, se han creado varias leyendas alimentadas por la imaginación colectiva. Incluso existen testimonios que hablan de ratas gigantes, del tamaño de un brazo, que salían en bandas organizadas a comer niños.
Hubo gente que alguna vez temió la batalla final entre gatos y ratas, porque por la agresividad de las últimas, el combate correría el riesgo de darse en igualdad de condiciones.
En realidad, es tal su sagacidad, que cuando ven que hay comida sospechosamente disponible y fácil, mandan a una voluntaria a probarla primero y, si ven que la voluntaria se envenena, aprenden que no pueden acercarse a ese plato y simplemente se van a buscar fortuna a otro lugar.
Por esa manera de sobrevivir es que durante siglos, estos seres convivieron con el ser humano, pasando sus tardes en los mercados, robando o recuperando los productos que caían al suelo y luego volviendo a las cloacas primitivas de la ciudad.
En varias ocasiones hubo ciudadanos que tomaron las armas para acabar con el flagelo de las ratas y sus enfermedades. Héroes del pueblo parisino que dedicaron sus vidas a la salud de la ciudad.
La gran cruzada contra los roedores de París.
Por ejemplo, la gran cruzada contra los roedores que organizó París en 1849, cuando las autoridades prometieron una recompensa de 100 francos por cada cola de rata encontrada.
La gente se armó, se fabricaron instrumentos especializados, la infantería se puso en orden de batalla y ocurrió un baño de sangre de proporciones épicas.
Al final de la campaña, y todavía con sus armas humeantes, los parisinos salieron en triunfo de las cloacas, seguidos de hileras de carruajes con los cuerpos de 15,000 ratas vencidas en singular combate, más otras 30000 que fueron ahogadas en una maniobra sorpresa que selló el fin de su conflagración.
En realidad, más que una cruzada en defensa de la humanidad, al final se supo que toda esa operación era el resultado de una campaña de mercadeo, como diríamos hoy, para vender unos guantes fabricados en otra ciudad de Francia.
El ratódromo, el gran espectáculo de París
Los roedores de París han sido incluso objeto de espectáculo y fervor popular, como ocurrió hacia 1900, cuando Gustavo Xhrouet fundó el primer ratódromo de París. Nadie sospechaba entonces el éxito que tendría el negocio cuasi romano de mandar ratas a la arena para que las despedazaran perros bien entrenados.
El interés del ratódromo consistía en las apuestas a las que se libraba la gente, que competía por saber cuál sería la última rata en volar por los aires antes de ser destripada por las fauces de sus verdugos. Los combates causaban furor cuando los parisinos veían a los pastores alemanes enfrentarse a decenas de ratas.
Los gritos excitaban al perro y volvían histéricas a las ratas que corrían en círculos sin escapatoria alguna hasta que sus huesos terminaban triturados por la fiera.
Basta leer al hijo de don Gustavo para sentir el ambiente de entonces, cuando escribió que “mi padre le compraba ratas a los trabajadores de las alcantarillas en grandes cantidades y se las traían a domicilio como si se tratara de panes frescos.
Luego las ponían en unas canecas de zinc donde recibían su comida antes de su última aparición en público. Todo eso olía terrible. Esos animales, cuando duermen, se aglutinan en pirámide en cualquier esquina al punto que, por la mañana, aquellas que duermen abajo mueren de asfixia”.
Con el tiempo, el propietario cerró el ratódromo, en lo que es otra de las miles historias que existen sobre estas habitantes de la ciudad luz, tan odiadas y temidas, pero que están tan arraigadas al suelo de la ciudad, como todo parisino que se respete.
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Dora Jaramillo L.
SI, se piensa para comer en los restaurantes!
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Hola Dora, gracias por tu comentario. Un saludo.
Maria
Me encantó, enterarme de esta historia o de este acontecimiento. Nunca lo había escuchado
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Hola María. Esa es la idea. ¡Qué bueno que nos des tu opinión!
Janneth A
Repulsivamente interesante!
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Hola Janneth. Nos alegra que lo hayas encontrado repulsivamente interesante. Esperamos, en todo caso, que nuestros próximos artículos sean más interesantes que repulsivos.
Karen martinez
Hola, buen dia, me siento gratamente complacida, leyendo este articulo, nunca antes habia llegado a mis manos una informacion al respecto, soy venezolana, recien llegada aca a la ciudad de Bogota y estoy muy agradecida de habet establecido contacto con ud, gracias, abrazos de luz
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Ma Pia Angel
Me encantan estos artículos, cortos pero instructivos.
Gracias
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¡Hola! Muchas gracias por tomarte el tiempo de comentar. Un saludo.
restevez_jugo@hotmail.com
Me gusta este tipo de anécdotas, sobre todo cuando están bien documentadas.
Muchas gracias ..
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¡Buenos días! Muchas gracias por recomendar nuestro trabajo. Esperamos seguir leyendo de ti en nuestras próximas publicaciones.
Piedad Gómez de Duque
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Buenos días Piedad. Nos alegra mucho saber tu opinión sobre nuestro trabajo. Esperamos seguir leyendo de ti próximamente.