De imperial curiosidad hubiera sido aquel monumento, si le hubieran dado tiempo a Napoleón Bonaparte de terminarlo. Probablemente sería hoy en día uno de los lugares mas visitados de París, tan importante como el Arco del Triunfo. En lugar de ver la columna de Julio que decora hoy en día la Plaza de la Bastilla, tendríamos una fuente colosal, coronada por un elefante que, con su trompa, formaría una cascada con las aguas del río Ourq.
París, trabajos de antaño y de siempre
París será siempre París, con sus calles misteriosas que esconden todo tipo de secretos, sus pasadizos silenciosos que guardan tiendas extrañas al mejor estilo del siglo XIX. En la capital de Francia hay almacenes en los que es un verdadero placer pasar horas enteras, que nos ofrecen un poco del ambiente de cada barrio y nos muestran cómo era esta ciudad siglos atrás.
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Los tíos de América y sus fortunas de delirio
Nuestro continente ha causado curiosidad y locura a más de un europeo desde aquel día en que la Pinta, la Niña y la Santa María llegaron a nuestras costas. Sobre todo, en la mentalidad europea, América ha sido la fuente de fortunas inmensas, un paraíso de riquezas que llevó a miles de personas a emigrar a los Estados Unidos, Argentina, Brasil y a otros países en busca de un mejor futuro. Basta ver, por mencionar un caso, la fascinación que incluso en nuestros días genera la leyenda de El Dorado entre los franceses.
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El Club de Poetas de París
En la intimidad del distrito 7 de París, entre sus calles elegantes y tranquilas cerca de la Asamblea Nacional y, más precisamente, en el número 30 de la calle Bourgogne, se esconde el Club de Poetas de París. Uno de esos lugares de los que cualquier ciudad podría enorgullecerse, donde el tiempo no pasa, la cotidianidad se esfuma y el espíritu se enaltece. En otras palabras, este es el hogar de Baudelaire, Rimbaud, Lorca, Tsvataeva y muchos otros.
El maestro Boronali, un asno como tantos
En el mundo hay y ha habido muchos personajes convencidos erróneamente de poseer dotes de artista. Tal fue el caso de Nerón quien, creyendo de manera ciega en su talento musical, murió diciendo “¡Qué gran artista pierde el mundo conmigo!”. Los ha habido en todas las épocas y víctimas de todos los delirios imaginables, pero hay algunos que logran convencer a más de un distraído esnob de museo. En cambio, verdaderos genios como Van Gogh y Renoir murieron de hambre tratando de vender alguna de sus obras, con la esperanza de pagar un mes de arriendo. La historia del maestro Boronali y de su compleja obra ilustra de modo extraordinario este dilema.
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El poder y la cultura en Rusia
En Rusia, los grandes representantes de la cultura han tenido siempre una relación ambigua con el poder. Dicen las malas lenguas que el zar Nicolás I estaba enamorado de la esposa del poeta Pushkin y que esa situación llevó al escritor ruso a morir en un duelo por salvar su honor. Se sabe que la amante del zar Nicolás II era Matilda Kshessinskaya, la bailarina más importante de Rusia a principios del siglo XX, y que a José Stalin también le encantaba pasar sus días rodeado de bailarinas de ballet. Y quién negaría la inmensa labor que jugó el violoncelista Mstislav Rostropovich en defensa de la libertad, cuando lo exiliaron de la Unión Soviética y organizó ese emblemático concierto ante el muro de Berlín.